Tiempos recios by Mario Vargas Llosa

Tiempos recios by Mario Vargas Llosa

autor:Mario Vargas Llosa
La lengua: spa
Format: mobi, epub
Tags: Social Science, General, Literary, Hispanic & Latino, Ethnic Studies, Fiction
ISBN: 9788420435725
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2019-10-07T22:00:00+00:00


XXII

Mejor le hubiera ido, pensó muchas veces el ex teniente coronel Enrique Trinidad Oliva, aceptando la propuesta que, en nombre del Ejército de Guatemala, le hizo aquella mañana el jefe de la Justicia Militar, coronel Pedro Castañino Gamarra. ¿Pero, hubieran cumplido con tenerlo sólo dos años en una cárcel militar, bien tratado y manteniéndole la pensión si pedía su baja?

Probablemente, no. Pero acaso no se hubiera pasado los cinco años posteriores a aquella entrevista recorriendo las cárceles militares y civiles de toda Guatemala, peregrinación incomprensible, arbitraria, idiota y humillante, un viacrucis sádico, sólo para hacerlo sufrir y hacerle pagar un crimen que técnicamente no había cometido. ¿Acaso no había sido el dominicano el que disparó dos veces el fusil que mató a Castillo Armas? Y que todos esos coroneles, tenientes coroneles, mayores y capitanes querían cometer, y estaban felices de que alguien lo hubiera hecho, empezando por el canalla del general Miguel Ydígoras Fuentes, que ahora disfrutaba de una Presidencia que, por supuesto, no merecía.

En aquellos cinco años había sido expulsado ignominiosamente del Ejército, sin derecho a pensión alguna, por el peor de los delitos —la traición a la Patria— y lo habían abandonado su mujer y sus hijos, que se habían trasladado a Nicaragua al parecer en razón de la vergüenza que significaba llevar su apellido, no sin antes vender su casa, vaciar sus ahorros en el banco y dejarlo más pobre que un mendigo. Y olvidarse de él y nunca más ir a visitarlo ni mandarle comida como habían hecho los primeros meses de su encierro. Y también sus padres y sus hermanos se habían olvidado de él, como si, en efecto, fuera la vergüenza de la familia.

Pero lo peor de todo había sido que nunca hubo juicio alguno, que nunca fue condenado ni pudo defenderse, que los abogados que llevaban su causa al principio —o que, por lo menos, hacían el simulacro de defenderlo— también lo abandonaron cuando él ya no pudo pagarles honorario alguno, pues su mujer y sus hijos y demás parientes lo habían dejado en la más absoluta miseria.

Durante cinco años había vivido entre asesinos y ladrones, filicidas y matricidas y parricidas, pervertidos y pedófilos y degenerados de toda clase, indios analfabetos que no sabían por qué estaban en la cárcel, y comido las inmundicias que les daban de comer a los presos, y defendido la virginidad de su culo a mordiscos y patadas cuando los viciosos, aprovechando la promiscuidad y el hacinamiento en esas pocilgas llenas de bichos que eran los calabozos colectivos, trataron de arrebatársela.

En esos cinco años de cárceles el ex teniente coronel había tenido que comer mierda tras mierda, sopas inmundas y aguadas, panes sucios y sin miga, arroces llenos de gorgojo, y, en algunos sitios, hasta grillos, sapos, tortugas, hormigas y serpientes. Y, por lo menos los primeros tiempos, algunas noches de muchas ansias, tenido que masturbarse como un colegial. Luego perdió el apetito sexual y se volvió impotente.

Cuando, a los dos o tres años de pedirlo en todas



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